jueves, 29 de abril de 2010

Invisibles

(APe).- La Argentina de los doscientos años baja del tren con las maletas llenas de desigualdades. Con amargo gesto mira para atrás y se encoge de hombros ante los sueños de los pioneros. Ante quienes, doscientos años después, no puede ocultar el hambre criminal de los niños. Con recursos que se esfuman por cañerías montadas históricamente para la dominación y el entierro solemne de las utopías. El gobierno de la Provincia de Buenos Aires no paga las becas a los hogares convivenciales y centros de día desde el año pasado. En esta decisión terrible e inexplicable se va la vida de miles de chicos castigados desde el vientre y puestos a la deriva del padecimiento, caigan donde caigan en su constante naufragio. Pero el Gobierno Nacional quitó 144 millones de pesos que, en el presupuesto, estaban destinados a provincias y municipios. Y los destinó a la financiación del fútbol por televisión. El gran escenario virtual no incluye a los pibes desterrados. El Estado los ha hecho invisibles. Y gran parte de la sociedad, también. Buenos Aires provincia presupuestó para 2010 casi 3 mil millones de pesos para planes sociales. Sin embargo, es el territorio más injusto, más partido en dos por la desigualdad, más carcomido por los dientes de la corrupción. Los recursos no llegan a los pies de la tierra, allí donde viven los que no son, los que no se ven, los que no se sienten. Los que empujan para asomar entre el barro. 2.014 millones del presupuesto social bonaerense están destinados al Programa de Seguridad Alimentaria. Dentro de los 2.014 millones para el PSA, hay un plan y un servicio que sobresalen: el Plan Vida tiene asignados 1.096 millones. Y el Servicio Alimentario Escolar (SAE), 748.180.000: 62 millones de pesos mensuales para 4.500 comedores que hay en la Provincia. En tres años el presupuesto del SAE prácticamente se triplicó. Aunque este año el Ministerio decidió recortar los cupos con una explicación lábil: la asignación por hijo menguó la pobreza. Una discusión larga que el Ministerio va a perder. Porque la inflación ya licuó gran parte de la asignación, los chicos más marginales y que caminan apenas por los bordes del sistema asoman nuevamente a la escuela -con expectativas bajísimas y con dudosa continuidad- para que sus padres puedan cobrar a fin de año la parte de la asignación que es premio a la escuela y a la vacuna. Esos chicos van a ir a comer a la escuela. Y se van a encontrar con cupos recortados. La mayoría desertará y la asignación por hijo -que no es universal- se volverá más pobre de toda pobreza. Ver nota completa

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